miércoles, 1 de junio de 2011

EN EL SEPTIMO DIA





















En el séptimo día, cuando Dios descansaba, se abrumó por la enorme complejidad que había alcanzado su Obra.

Repasando mentalmente los entresijos de su Creación, cayó en la cuenta de qué el gigantesco programa que dirigía su juguete disponía de algunos grados de libertad que no había previsto mientras lo diseñaba.

De hecho, los múltiples bucles de códigos entrelazados de los que tan orgulloso estaba, disponían de infinitas posibilidades de auto-combinación y esto, estaba seguro, provocaría resultados impredecibles.

Se había dado cuenta cuando ya la maquinaria de la vida avanzaba en un viaje sin retorno, y trató de imaginarse las consecuencias durante un instante de eternidad.

Pero acabó por pensar que la incertidumbre añadiría espectacularidad al conjunto, a costa de hacerlo más inestable. Y en un nuevo acto de creación, elaboró con sus propias manos “la libertad”, un conglomerado oloroso y vibrante que arrojó divertido al mismo corazón de su Universo.

Fue entonces cuando realmente descansó, todo estaba bajo control. Y sin grandes aspavientos, tal como había decidido, se diluyó poco a poco en su Obra que ya comenzaba a tomar forma.