domingo, 4 de septiembre de 2011

LA GAVIOTA




   
La gaviota aletea cuando vuela bajo. Tiene que esforzarse por ascender. Y en ese intento, su vuelo vacila, oscila. Sube y después baja, baja y después sube.

Al igual que la gaviota, nuestro vuelo es inestable cuando comenzamos a ascender.

 Cuando está en lo alto, la gaviota planea. Se mantiene estable y segura Desde arriba observa el punto del que partió, mientras sube y sube, sin miedo, en pos del cielo.

 Como la gaviota, nuestro vuelo es sereno, cuando apuntamos alto, en pos de nuestros sueños. Y también como le sucede a la gaviota, solo ganamos altura si nos dejamos llevar por las corrientes de la Vida que nos empujan, sin esfuerzo, hacia un destino ansiado y, al mismo tiempo, desconocido.

 A veces, cuando planea tranquila, sobre alguna veloz corriente de aire caliente, la gaviota se quiebra, da unas piruetas en el aire, pierde la paz de su vuelo; hasta que unos segundos después, atrapa una nueva corriente de aire que la transporta aún más alto hasta casi perderse de vista. Durante estos azarosos momentos, ella confía, sabe que, tras una caída en el vacío, encontrará una nueva ruta aún por explorar, y por eso no teme nada, mientras cambia de nivel.

 Al igual que le ocurre a la gaviota, las corrientes de nuestra vida cambian. Nada permanece inmóvil en este universo vibrante. Y del mismo modo, cuando nuestros sueños planean, también se enfrentan a la caída en el vacío, cuando un nuevo nivel se aproxima. Al igual que la gaviota, solo podremos seguir ascendiendo, si confiamos en que tras esa caída sin sustento, encontraremos siempre la corriente salvadora que nos guiará, seguros, hacia nuestros sueños. 


¡¡VUELA!!